Carta Semanal del Obispo de Lleida

La Asamblea Diocesana

próximo sábado nos reuniremos en Asamblea los cristianos de nuestra diócesis. Dedicaremos toda la mañana a rezar, a escuchar, a hablar, a encontrarnos con personas de otras parroquias y comunidades para compartir la alegría de la fe y del testimonio. El lugar del encuentro será en la Casa de la Iglesia tal como lo hemos hecho en estos últimos años. 

Quienes han preparado la Asamblea han decidido mantener el mismo esquema de las ediciones anteriores: oración inicial, ponencia de un experto, respuesta al cuestionario entregado por Vicarías y, para terminar, turno abierto de preguntas al ponente con la reflexión final del Obispo. 
Como este acontecimiento está programado desde el principio de curso y todos tenéis noticia del mismo, no se invita a nadie personalmente. Es un encuentro en el que todos somos protagonistas y, por experiencias pasadas, todos os sentís cercanos y participáis de la misma alegría. Me consta que gozáis en la conversación y en el intercambio de opiniones de vuestras tareas parroquiales o diocesanas. Por otra parte hacéis visible vuestro afecto por la Iglesia a la que servís y de la que recibís el impulso de vuestras responsabilidades pastorales.
Hablando de asistencia os manifiesto un deseo personal: que todas las parroquias tengan algún feligrés para que pueda expresar las inquietudes y las preocupaciones de sus hermanos y pueda, a su vez, transmitir la experiencia eclesial vivida. Desde luego contamos con todos los sacerdotes y diáconos. Pero necesitamos la voz de los laicos en esta Iglesia en permanente renovación y encaminada hacia el Señor. Es una responsabilidad compartida que nace de la escucha de la Palabra y de la participación en los sacramentos. Sabemos que nos asiste el Espíritu Santo para presentar el rostro de Jesucristo a esta sociedad que nos envuelve y que se declara proclive a la coherencia, a la libertad y a la paz. El maravilloso tesoro de nuestra salvación está llevado en vasijas de barro para que no se nos olvide la grandeza de Dios y la humildad del ser humano. 
La Asamblea es una buena ocasión para conocer y amar más y mejor a la Iglesia, colaborando con los demás miembros en que aparezca bella, tersa, sin arrugas. Que cualquiera se sienta a gusto, feliz y seguro en el seno de la Iglesia. Esa es la convicción. Ese es el reto que hemos ido desgranando a lo largo del último trienio en estos encuentros fraternales. Recordáis los distintos años: nuestra responsabilidad personal, la comunidad acogedora y misionera (la parroquia y la diócesis) y, en este curso, la formación permanente de todos los miembros para profundizar en el testimonio cristiano. 
En la Exhortación Apostólica Postsinodal Christus vivit nos ofrece una profunda reflexión sobre los jóvenes. No va dirigida sólo a ellos a quienes les afecta de modo especial sino que nos llega a todos nosotros para que revisemos y nunca nos desanimemos. En el número 37 podemos leer: «La Iglesia de Cristo siempre puede caer en la tentación de perder el entusiasmo porque ya no escucha la llamada del Señor al riesgo de la fe, a darlo todo sin medir los peligros, y vuelve a buscar falsas seguridades mundanas» y en el número siguiente dice «… y la cercanía crea las condiciones para que la Iglesia sea un espacio de diálogo y testimonio de fraternidad que fascine». 
La Asamblea diocesana es una gran experiencia de comunión para los que acudimos. También para todos aquellos que nos acompañan en el silencio y en la oración. Las distintas sensibilidades y los distintos servicios y funciones nos enriquecen a todos. Con mi bendición y afecto. 
† Salvador Giménez Valls 
Obispo de Lleida