Carta semanal del Obispo de Lleida

Las inscripciones de religión en la escuela

Un año más abordo este tema en mi comentario semanal. Lo hago desde hace tiempo por dos motivos igualmente importantes: por convicción personal y por la obligación adquirida como obispo de orientar al Pueblo de Dios en las distintas circunstancias de su vida.
La convicción personal se fue gestando poco a poco, a medida que las experiencias en las escuelas dando clase de religión y las distintas lecturas sobre esta cuestión me proporcionaban una comprensión global de la libertad de cada persona y de cada familia para recibir una enseñanza de acuerdo con sus propias creencias. Una libertad que favorece el crecimiento del individuo y le reporta una amplia visión de las cosas en el marco de una educación integral, donde todos los saberes tienen su importancia para el desarrollo de la propia personalidad. Los saberes no se reducen sólo al plano del conocimiento sino también a las actitudes y a los procedimientos que son susceptibles de ser enseñados y, por supuesto, aprendidos.

La obligación de orientar a los cristianos me viene impuesta por las palabras de Jesucristo y por el sentir y hacer de todos los pastores a lo largo de la historia. Siempre hemos querido fundamentar en las verdades de fe la actuación honesta y amorosa de los cristianos en su vida diaria. Hemos recordado de forma constante la coherencia entre vedad, celebración y vida. Pongo a vuestra consideración unas palabras del papa Francisco sobre el tema educativo: «Si la escuela prescinde o, peor aún, excluye a los padres, sus creencias, sus valores, su patrimonio espiritual y moral, estaría realizando una grave amputación en la educación de los niños privándolos de una dimensión esencial para sus vidas». Asimismo, pide que los profesores de las escuelas católicas sean «profesionales» pero, sobre todo, «coherentes» y espera que este sea el aspecto «distintivo» de estos colegios. «Los niños y jóvenes tienen derecho ciertamente a recibir una educación de calidad impartida con competencia y profesionalidad pero sobre todo necesitan una educación de calidad humana, moral y espiritual y para ello es imprescindible el testimonio y coherencia de los profesores, este debe ser un aspecto fundamental y distintivo de la escuela católica»..
El Papa reconoce que hay «muchas dificultades y obstáculos» a los que se enfrentan los profesores «en este momento particularmente complejo de la historia» y, por ello, les agradece su «dedicación, compromiso, ilusión y generosidad».
Me parece que tanto las dificultades observadas por la influencia negativa de una parte de nuestra cultura cuando intenta que lo sagrado, lo trascendente, desaparezca del espacio público o se niega toda posibilidad de una educación en virtudes y convicciones, como los obstáculos que en ocasiones ponen algunos responsables escolares para impedir la inscripción en esta materia a padres o alumnos con argumentos pueriles o apelando a una pretendida aconfesionalidad del Estado, de la escuela o de la misma familia. Se olvidan del respeto a la libertad educativa individual, tantas veces manifestada con grandes apoyos mediáticos al hablar del cuerpo o de expresiones injuriosas o blasfemas. Cuesta creer que moleste a alguien la educación integral de quienes lo solicitan.
De nuevo agradezco a todos aquellos que se preocupan por cumplir las normas escolares, a quienes imparten la clase de religión, a los que favorecen con sus opiniones una educación integral de niños y jóvenes. Por supuesto a los alumnos y a los padres que eligen esta materia bien por aumentar sus conocimientos de nuestra cultura o bien por coherencia con su fe cristiana.
Por último la petición de todos los años: apuntaos a la clase de religión, Completará la formación y ayudará, con el estilo de Jesucristo, a practicar la solidaridad y a evitar el egoísmo.
                                                                       +Salvador Giménez, bisbe de Lleida.