Hablar de exigencias cristianas
Queridos diocesanos:
Hace unos días un grupo muy activo de nuestra
diócesis, Vida Creixent, me invitó a impartir una charla con el mismo
título que tiene este escrito. Señalo la actividad de este grupo de
cristianos por sus características de edad y de curiosidad intelectual.
Están siempre prestos a buscar información y formación para responder
adecuadamente a los retos que plantea la sociedad actual a su fe. Son
admirables por su dedicación y por sus múltiples iniciativas en favor de
ellos mismos como movimiento cristiano y en favor de la sociedad en la
que están instalados: valoran y aman a su familia, quieren sentirse
útiles y ofrecen su experiencia para la ayuda de los demás.
Como podéis suponer el tema se las trae. Pone en
guardia sobre todo al que habla porque le obliga a revisar su propia
actitud y su responsabilidad ante la comunidad cristiana. También a
quienes piden esta reflexión porque necesitan crecer más en su fe y
participar con mayor coherencia cristiana en el servicio comunitario.
Tanto el ponente como los oyentes necesitan estar siempre en camino, no
pararse nunca, en la motivación profunda de su propia actividad. Les
agradezco su atención y os brindo a todos mantener la misma actitud de
superación manifestada por esta gente mayor.
Durante una hora intenté resumir el contenido de
las tres palabras que eran el objeto de la reflexión. Seguramente es el
núcleo del comportamiento derivado del evangelio. Al principio definimos
los términos, exigencia es la acción y el efecto de exigir —pedir
imperiosamente algo a lo que se tiene derecho—, cristiana es el
calificativo que nos define, nos identifica y nos distingue, y nos
centramos en aplicar sus consecuencias a nuestro propio entorno, tiempo,
sociedad, con las características positivas y negativas y con las
propias disposiciones personales. Todo un conjunto de nociones que
fueron enriquecidas por un intenso y provechoso diálogo posterior. Con
estas líneas me gustaría recordar a todos los cristianos la importancia
de este tema, renovar constantemente su aplicación a nuestras
comunidades y pedir en general una valoración positiva de las exigencias
que ofrece Jesucristo y que da sentido y llena de felicidad a millones
de seres humanos.
El marco conceptual tiene que ver con la creación,
por Dios, del hombre como ser radicalmente libre para responder a sus
exigencias, la dignidad de la persona humana y su capacidad para hacer
el bien o para recorrer el camino de la maldad y la propuesta de Jesús
que se concentra en ser él mismo el modelo para nuestro ser y nuestro
quehacer y se concreta en el cumplimiento de los Mandamientos, la
aceptación de las Bienaventuranzas y la aplicación del Sermón de la
Montaña en lo que atañe a la vinculación de persona y ley.
Se añadió una especie de ejercicio práctico en el
sentido de repasar todas las preguntas que le formulan a Jesús a lo
largo de su vida y sus correspondientes respuestas. Sólo nos dio tiempo
para abordar el evangelio de san Mateo. Estas iluminan completamente el
camino que los seguidores recorremos a diario en los distintos aspectos
de la vida: el amor y el odio, la generosidad, el discipulado, las
normas y la libertad interior, las preferencias de cada uno respecto a
la autoridad y al servicio, la pobreza y la riqueza, el perdón y la
misericordia, el compromiso con los demás, los impuestos, el matrimonio y
la vida comunitaria, la vinculación y adoración a Dios, la aceptación
de la gracia y la disposición ante la muerte, la salvación definitiva…
Todo ello es susceptible de contrastar y aplicar en estos momentos.
Os invito a que lo hagáis. Con mi bendición y afecto.
† Salvador Giménez Valls. Obispo de Lleida