La escuela. Lugar de encuentro (y2)
Continuación de la glosa de la semana pasada) Y la escuela debería ser siempre un lugar de encuentro. Donde los alumnos aprenden, maduran y se enriquecen humanamente, donde los docentes, y resto de personal auxiliar, prestan un servicio impagable y contrastan sus motivaciones y esfuerzos con sus compañeros; donde los padres, y resto de la familia, se sienten acompañados en su irrenunciable responsabilidad educadora. Y todos participando desde las propias convicciones en el bien común. Empezando por las autoridades que no deben entrar en la guerra, evitando la zozobra en las familias y ofreciendo al alumnado unas condiciones mejores para su formación.
Continuación de la glosa de la semana pasada) Y la escuela debería ser siempre un lugar de encuentro. Donde los alumnos aprenden, maduran y se enriquecen humanamente, donde los docentes, y resto de personal auxiliar, prestan un servicio impagable y contrastan sus motivaciones y esfuerzos con sus compañeros; donde los padres, y resto de la familia, se sienten acompañados en su irrenunciable responsabilidad educadora. Y todos participando desde las propias convicciones en el bien común. Empezando por las autoridades que no deben entrar en la guerra, evitando la zozobra en las familias y ofreciendo al alumnado unas condiciones mejores para su formación.
A pesar de los deseos expresados, me parece que en
esta última etapa de nuestra historia todavía hay en el ámbito escolar
elementos que chirrían. Sólo me voy a centrar en uno, la existencia y,
por desgracia, el adecuado encaje de la escuela estatal y la de
iniciativa social. En estas décadas, desde la promulgación de nuestra
Constitución y asentados en unas condiciones democráticas aceptables no
hemos valorado bastante las dos redes de enseñanza. Sólo las hemos
aceptado a regañadientes, como si no tuviéramos más remedio. En
ocasiones da la impresión que los males de una se producen por efecto de
los bienes de la otra. Y no es así. Falta transparencia en los datos y
búsqueda de solución justa y equilibrada para todos puesto que las
familias tienen los mismos derechos y aportan los impuestos exigidos.
Además, es una obviedad, las leyes amparan ambas opciones porque están
obligadas a respetar la libertad y la responsabilidad de todos los
implicados en este mundo escolar. Las dos redes de enseñanza, la estatal
y la de iniciativa social, se necesitan, se complementan y, sobre todo,
satisfacen las exigencias de los propios padres.
Las dos redes de escuelas existen en nuestro
entorno vital y prestan un gran servicio a la sociedad. En ambas abundan
los buenos profesionales, muchas familias cristianas que llevan a sus
hijos donde prefieren y unos alumnos que reciben una educación integral
de acuerdo con sus capacidades y su edad correspondiente. La Iglesia
católica ha apoyado siempre las iniciativas escolares y ha promovido
gran cantidad de centros para educar de acuerdo a un ideario y ayudar y
favorecer las convicciones religiosas de los padres. Pues bien. En estos
últimos meses en los que se habla tanto de diálogo, de cercanía, de
respeto, se produce, según mi parecer, una situación paradójica. Se
siembra la sospecha sobre la escuela concertada, se discute su
existencia o se amenaza con nuevas normas administrativas. Se remueve la
base económica llegando a tratar a estas instituciones escolares como
obsesionadas por los beneficios materiales. No se llega a acusar de
robo. Se pontifica sobre las titulaciones de los docentes con
insinuaciones indecorosas. Se habla de ricos y pobres, de atención o no a
inmigrantes… Parece buscarse el enfrentamiento permanente. No debería
haber controversia sino sentido común y coraje para educar hacia el
respeto mutuo, el entendimiento y la aceptación de la libertad de los
padres para cumplir su misión educadora.
Seguramente estoy pidiendo un imposible. O
algunos me van a recordar que quiero mantener no sé qué privilegios que
afectan a la propia Iglesia. Como obispo sólo estoy interesado en
colaborar en que mejore nuestro sistema educativo y en que se respete la
decisión de los padres. Por otra parte hay cristianos que viven y
trabajan en ambas redes de enseñanza. Y a ellos me debo. Lamento las
críticas sin base, la oposición sin argumentos o la defensa a ultranza
de una sobre otra. Siempre pediré un pacto que a todos beneficia porque
la escuela es un lugar de encuentro y no de confrontación.
Con mi bendición y afecto.
+Salvador Giménez, bisbe de Lleida.