Carta semanal del Obispo de Lleida

Atención Pastoral en las cárceles

La Pastoral Penitenciaria de nuestra diócesis ha organizado durante este sábado, 6 de mayo, una jornada de reflexión sobre este servicio invitando a los voluntarios que ya colaboran y a cuantos pueden estar interesados en esta actividad.
Los padres Mercedarios llevan la responsabilidad de esta tarea diocesana y en la Academia Mariana han programado los distintos momentos de la jornada.
Quiero dejar constancia en primer lugar del agradecimiento de toda la comunidad diocesana a todos los que participan de esta atención pastoral a lo largo del año. Estoy convencido de que podría extender esta gratitud hablando en nombre de las autoridades y funcionarios de la cárcel y, sobre todo de los presos que allí residen. La actividad de este voluntariado merece un sincero reconocimiento por parte de los distintos sectores sociales ya que contribuyen a humanizar la situación carcelaria y a posibilitar esperanza para el futuro de cada interno.
En segundo lugar debo recordar que la atención pastoral a los presos es un servicio que tiene una pretensión clara, acompañar a los creyentes católicos y prestarles la necesaria ayuda de la Palabra y de los Sacramentos. De forma similar se realiza para otros grupos con determinadas características, los alumnos en las escuelas, los enfermos en los hospitales o los militares en sus unidades. Todo ello haciendo uso de unas instalaciones que están sujetas a las administraciones públicas pero obviamente ocupadas de forma temporal y sucesiva por ciudadanos que reciben un servicio religioso. Este es solicitado por cada individuo que le permite dar sentido integral a su propia personalidad creyente y le abre las puertas a la felicidad predicada y vivida por Jesús de Nazaret.
Estos servicios son prestados por la misma Iglesia que procura preparar personas que atiendan de forma adecuada a cada individuo. No es un privilegio de la Iglesia como nos repiten de forma intencionada algunos con la apreciación insistente de la aconfesionalidad o la laicidad del Estado que nadie discute. Es un derecho de un ciudadano normal, de la calle, que el Estado debe procurar atender. Sin discriminaciones ni exclusiones. En este caso hablamos de personas a las que ayudamos a ejercer ese derecho en situaciones concretas que viven y que necesitan y merecen una determinada atención. Por otra parte es curioso que se quiera mantener el llamado estado de bienestar eliminando aquellos elementos no coincidentes con ciertas ideologías imperantes y políticamente correctas. No conozco a nadie poner en cuestión la atención a los que gustan de la música, del deporte, de la actividad culinaria o del amor por las aves o las plantas. Todo sirve, nos dicen, para el desarrollo personal y para ampliar el campo cultural de nuestra sociedad. También la fe y las creencias y convicciones deben ser educadas y ejercidas sin trabas ni menosprecios. Con ellas, decimos nosotros, se completa el desarrollo integral de toda persona.
Vuelvo al principio. Os brindo el título de la referida jornada: La dignidad de la persona y la justicia restaurativa. El encuentro y el intercambio de opiniones de los asistentes con la escucha de dos ponencias completarán este día de formación de un gran grupo de voluntarios que desean evangelizar anunciando la Buena Nueva de Jesús, humanizar el mundo penitenciario, servir de puente entre la cárcel y la sociedad, apoyar y coordinar los recursos, atender a las familias de los presos y también acoger y atender a las víctimas de los delitos.
Os animo a participar en este voluntariado y os pido una oración por esta necesaria tarea.
                                                       +Salvador Giménez, bisbe de Lleida.