Las
iniciativas que promueve el papa Francisco no dejan a nadie
indiferente. A muchos, les entusiasma comprobar su enorme preocupación
por los grandes problemas de nuestro mundo y quieren seguir sus
orientaciones para hacerlo más fraterno y justo. Otros los rechazan, por
la mera razón de que quien las promueve no posee autoridad técnica
sobre la materia en cuestión. La iniciativa que hoy comentamos cuestiona
muchos de nuestros planteamientos. Merece ser aceptada, apoyada y
publicitada con profusión por quienes pretenden mejorar al ser humano y
hacer más habitable el mundo en general y nuestra propia sociedad
concreta.
En este domingo la Iglesia celebra la Jornada
Mundial de los Pobres. Es la segunda que promueve el Papa, con un
mensaje que ha titulado «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó». Son
palabras del salmo 34, con una gran fuerza interpelante hacia todos
nosotros, que en ocasiones nos mostramos poco convencidos del enunciado.
El logo que acompaña el cartel muestra una gran puerta en la que un
individuo, al entrar, es recibido cordialmente por otro. Parece señalar a
la Iglesia, abierta y receptora, que acoge a quien lo necesita y lo
acompaña a su interior. Son dos siluetas de parecidos contornos que
remarcan la igualdad de unos y otros. O mejor, la preocupación por las
desigualdades existentes en nuestro mundo y el empeño por luchar juntos
contra ellas.
El Mensaje papal nos da mucha luz para la
celebración de hoy. Empieza afirmando que «las palabras del salmista las
hacemos nuestras desde el momento en el que también nosotros estamos
llamados a ir al encuentro de las diversas situaciones de sufrimiento y
marginación de tantos hermanos y hermanas, y que designamos con el
término general de “pobres”». Sigue con la referencia fundamental al
Señor, «que no es ajeno a la condición de pobreza y sabe a la perfección
cómo escuchar a aquellos que buscan refugio y consuelo en él con el
corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión».
El salmo citado describe con tres verbos la
actitud del pobre y su relación con Dios. «Gritar». Alguien grita, y
estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para comprobar si
somos capaces de escuchar este grito.
«Responder». La respuesta del Señor es una
participación llena de amor ante la condición del pobre, y lo demuestra a
lo largo de la historia de Israel. Esta jornada pretende ser una
pequeña respuesta de la Iglesia dirigida a los pobres para que no
piensen que su grito se ha perdido. Puede ser un signo de cercanía para
cuantos pasan necesidad.
El tercer verbo es «liberar». El Señor ha puesto
al pobre en un «lugar espacioso», que equivale, con una acertada
comparación bíblica, a liberarlo de la red del cazador, a alejarlo de la
trampa tendida. «La salvación de Dios adopta la forma de una mano
tendida hacia el pobre.» Acaba invitando a todos a vivir esta jornada
como un momento privilegiado de auténtica y renovada evangelización. Los
pobres nos muestran la belleza y la radicalidad del Evangelio; hagamos
un esfuerzo de cercanía con los más necesitados de nuestra atención y,
también, de coherencia con la palabra y los hechos de Jesús.
Con mi bendición y afecto.
† Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida