Carta Semanal del Obispo de Lleida

Enviar para dar testimonio. 
Queridos diocesanos:
La reunión en la catedral al principio de curso se convierte en una gran experiencia eclesial llena de alegría y de esperanza. El motivo, repetido a lo largo de los últimos años, se centra en visualizar que todos los asistentes no expresan su fe de un modo individual y «a su aire», sino sintiéndosemiembros de la Iglesia que conser va, sigue y anuncia las enseñanzas de Jesucristo. Y que esta expresiónno la queremos guardar para el interior de nuestras comunidades sino que deseamos que todos se enteren de nuestra procedencia y de las motivaciones que nos impulsan a la actuación y al ser vicio diario. 

A lo largo del año tenemos tres citas que congregan a todos los miembros de la diócesis: la fiesta del envío, a principios de septiembre; la Misa Crismal, durante la Semana Santa; la Asamblea Diocesana, durante el último sábado de mayo en la Casa de la Iglesia. Es cierto que hay otros muchos encuentros lúdicos, celebrativos o formativos que superan los límites parroquiales y son motivo de intercambios de pareceres y agradecimientos, pero acentuamos estos tres que están consolidados y per-iten una visión conjunta de toda la diócesis. 
Ahora os hablo sólo de la FIESTA DEL ENVÍO, que la celebraremos el próximo jueves por la tarde en la catedral. En primer lugar para invitar a todos a que participéis en la misma. Es posible que seáis conocedores porque los responsables de las comunidades ya lo sabían desde el final de curso y lo han avisado y reseñado en sus respectivos calendarios. Venid y sentíos responsables de las alegrías y las esperanzas de los demás hermanos. En segundo lugar para que recéis por este acto. En tercer lugar para animar a nuevas incorporaciones a las tareas diocesanas.
La diócesis necesita de las aportaciones y de las sensibilidades de todos sus miembros. Nunca nadie puede ni debe sentirse excluido de su participación. Todos somos necesarios y entre todos manifestaremos al mundo la alegría de la fe y el testimonio gozoso de nuestra vida. El sentido de este acto se basa en la necesidad de comprobar que todos somos enviados a anunciar a Jesucristo; que la Iglesia nos envía para tal misión. Que lo haremos con nuestras palabras, con nuestra escritura y, sobre todo, con nuestras obras. Es una exigencia de todo bautizado. Hay momentos o encargos que se concretan en un nombramiento escrito; otras veces responde a la llamada y respuesta, en esa relación íntima Maestro-discípulo, como compromiso estable en los diversos niveles de nuestra colaboración eclesial.
Las palabras del papa Francisco nos pueden iluminar en este planteamiento. Afirma en el número 131 de la Gaudete et exsultate: «Miremos a Jesús: su compasión no era paralizante, tímida o avergonzada... lo movía a salir de sí con fuerza para anunciar, para enviar en misión, para enviar a sanar y a liberar... Somos frágiles pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer másbuenos y felices a quienes lo reciban. La audacia y el coraje apostólico son constitutivos de la misión.» 
La Iglesia en general, y nuestra diócesis en particular, quiere seguir el mandato del Señor y colaborar con Él en su misión. En esa misma línea que inicia el acontecimiento de Pentecostés nos envía la Iglesia a cada uno de nosotros para que, en las distintas tareas y encargos pastorales, hagamos presente la que ella significa. Gracias a todos y poned vuestra mirada en el ser vicio que prestáis a todos sin exclusiones ni rechazos. Con mi bendición y afecto.
† Salvador Giménez Valls 
Obispo de Lleida