Educar
en colonias de verano
Todos sois conocedores de algún centro educador
de tiempo libre, esplai o agrupación empeñada en completar la formación
que reciben en las aulas los niños y los jóvenes. Algunos habréis
participado en su proceso formativo o habréis colaborado como monitores.
La misma sociedad promueve iniciativas de educación no formal y dedica
constantes esfuerzos personales y materiales para que la infancia y la
juventud tengan un desarrollo armónico, en el amor a la naturaleza y en
el fomento de las virtudes humanas a través del diálogo permanente con
compañeros y monitores.
También la Iglesia se ha preocupado del tiempo
libre. Abundan parroquias y colegios que mantienen viva la tradición de
educar en este ámbito. I lo ha hecho siempre, construyendo colegios y
formando espléndidos claustros de profesores que, con los padres de
alumnos, impulsan el proyecto educativo cristiano. Cada vez se cuenta
con mayor número de laicos que, participando del carisma de la
institución que les acoge, tratan de ser coherentes con su fe dando lo
mejor de sí mismos al resto de miembros de la comunidad educativa.
Llegan incluso a dedicar tiempo fuera del horario escolar, en tardes o
en fines de semana, para complementar la formación de los alumnos.
Muchos manifestamos nuestra alegría y satisfacción
por esta actividad típicamente educativa, y nuestro agradecimiento a
quienes la hacen posible. Me parece que la gratitud es compartida por
los padres, familias en general y responsables de enseñanza y tiempo
libre. La Iglesia, además de alentar a personas entregadas a la
educación y promover la formación permanente de los educadores, ha
elaborado gran cantidad de documentos que sirven de soporte teórico y de
reflexión pastoral para todos los miembros de la comunidad educativa.
También con ideas y proyectos para el tiempo libre, que han sido de una
gran ayuda para programar y organizar las actividades lúdicas de los
centros de esplai y de la Fundación Verge Blanca de nuestra diócesis.
En ese sentido, he leído estos días un pequeño
estudio que ha publicado el último número de la revista de Cáritas
española. Me ha parecido tan interesante que os lo recomiendo a todos.
Lleva un título muy sugestivo, y se refiere al tema que hoy estamos
planteando: «Educar desde el humanismo solida rio. Para construir una
“civilización del amor” 50 años después de Populorum Progressio».
La autoría es de la Congregación para la Educación
Católica. Brevemente os resumo su contenido siguiendo sus apartados.
Empieza con una introducción en la que recuerda la encíclica Populorum
Progressio. En ella se anunciaba a los hombres y mujeres de buena
voluntad el carácter mundial que la cuestión social había asumido. Un
primer punto lo dedica a describir las múltiples crisis que atraviesa el
mundo contemporáneo, para pasar, en un segundo punto, a hablar sobre la
humanización de la educación, que no se ha de limitar a ofrecer un
servicio formativo, sino que se ha de ocupar de los resultados del mismo
en el contexto general de las aptitudes personales, morales y sociales
de los participantes en el proceso educativo. En el punto tres,
desarrolla la cultura del diálogo para afrontar los desafíos de la
convivencia multicultural. A continuación, habla en el punto cuatro de
un aspecto de mucho interés, sobre la globalización de la esperanza, una
misión que se cumple a través de la construcción de relaciones
educativas y pedagógicas que enseñen el amor cristiano, que generen
grupos basados en la solidaridad, donde el bien común esté conectado
virtuosamente al bien de cada uno de sus componentes.
Otro punto lo titula: hacia una verdadera
inclusión, los fines de la integra ción social, para acabar insistiendo
en la creación de redes de cooperación y las prospectivas cara al
futuro. Un itinerario que, con seguridad, pueden desarrollar nuestros
centros de tiempo libre.
† Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida