Carta semanal del Obispo de Lleida

Siempre es una alegría ofrecer una invitación o participar de la misma. Y esa alegría es mayor si responde a una realidad fundamental de nuestra vida cristiana. Ese es el contenido más importante del presente comentario semanal: invitar a todas las familias de la diócesis, que puedan o quieran, a participar en una celebración conjunta con todas las demás diócesis de Cataluña en el templo expiatorio de las Sagrada Familia de Barcelona el domingo, día 26 de marzo, por la tarde.
    Las Delegaciones diocesanas de Pastoral Familiar han sido las encargadas de preparar la celebración de este acto festivo que suma oración, actualización apasionada y compromiso en la defensa de la familia como gran regalo de Dios para la humanidad. Todos los cristianos necesitamos estar informados de este tipo de actuaciones para articular una respuesta integral en estos
momentos acerca de la institución familiar como lo han recordado desde siempre los documentos y la vivencia de la misma Iglesia. En este campo no ha habido variaciones. Se puede comprobar repasando multitud de escritos desde, por ejemplo, el Concilio Vaticano II (1962-65) hasta la última Exhortación Apostólica del papa Francisco, La alegría del amor (2016).
   No pretendo llenar de citas de los anteriores documentos este breve comentario. En ellos se encuentran los fundamentos de la institución familiar que nace del sacramento del matrimonio. Los habéis oído en repetidas ocasiones y supongo que os extraña que alguien se sorprenda de la posición de la Iglesia en este terreno como si fuera una novedad lo que ella misma nos dice en la actualidad. En ese sentido nos recuerda el papa actual que “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar” (AL 35). Y más adelante, cuando habla del desafío que supone la llamada ideología de género, afirma que “ésta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia… no caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes” (AL 50).
   Otros muchos aspectos podríamos aportar para resumir una vez más nuestras convicciones sobre la familia. Estas líneas no dan para tanto. Además, hemos dedicado otros dos comentarios a esta cuestión durante el presente curso. Es un exponente más de la importancia que le damos. Mejor dicho, es una consecuencia clara del valor que la Iglesia concede a la institución familiar. Y con más razón en estos momentos en que está tan fuertemente atacada por diversos sectores sociales. A veces da la impresión de que la única institución defensora de la familia, formada por un hombre, una mujer con los hijos, sea la Iglesia católica. Por lo que recibe duras críticas y manifiestas incomprensiones.
    En este comentario me limito a pedir a los cristianos y a las comunidades tres cosas: oración constante por la familia, actualización apasionada de los conceptos y realidades que fundamentan la visión cristiana de la familia y compromiso expreso en la defensa de los valores familiares.
   Con seguridad estas tres peticiones las manifestaremos y las celebraremos con mucha alegría en la fiesta de las familias en Barcelona a la que reitero la invitación. La Delegación de Pastoral Familiar arbitrará los medios para facilitar a todos su presencia en tan emotivo acto.

                                                                     +Salvador Giménez, bisbe de Lleida.