Son
los dos temas, la familia y la paz, fundamentales para nuestro mundo
actual. Soy consciente de que se habla y se escribe mucho sobre los
mismos pero temo que la mera repetición haga desmerecer su importancia. Y
nunca debería ser así. Habría que evitar siempre caer en el desánimo al
comprobar la enorme dificultad que encuentra cada cual para hacer
realidad su implantación en la sociedad en la que vive valorando mejor
la familia y siendo persona de paz.
Para los católicos nos obliga a reflexionar y a
implicarnos más porque durante estos días la Iglesia nos propone como
objetivo la familia para el domingo posterior a la Navidad y, desde hace
cincuenta años, solicita nuestra oración por la paz en la Jornada
Mundial para el primer día del año. Al coincidir en esta ocasión el día 1
de enero en el domingo después de la Navidad, la celebración de la
fiesta de la familia se ha adelantado al viernes, 30 de diciembre. Os
supongo conocedores de esta circunstancia porque os han informado en
vuestras respectivas parroquias.
En cualquier caso mi comentario semanal tratará
ambos temas. Respecto al primero, la familia, para que quede clara mi
vinculación en la oración que todas las comunidades parroquiales
hicieron este viernes en sus celebraciones. También para dar a conocer
al resto de la sociedad la importancia que la Iglesia le concede a la
institución familiar, reflejo de la Sagrada Familia de Nazaret formada
por Jesús, María y José. Es el modelo que toda familia debería
esforzarse en imitar en el amor, en la donación, en el respeto, en la
escucha y en la absoluta confianza en el Padre.
Cada año se propone un lema que sirve de
referencia para la oración y para el desarrollo de las distintas
acciones. El lema de este año VIVIR LA ALEGRÍA DEL AMOR EN LA FAMILIA
nos recuerda el gran interés del papa Francisco por inculcar en el
corazón de todos los católicos la alegría de su fe en Jesucristo. Ya lo
ha concretado en dos documentos que todos conocéis, La alegría del
Evangelio, fechado a finales del año 2013, como un programa de su
pontificado, y La alegría del amor, fechada en marzo del presente año,
como resultado de las deliberaciones de los dos Sínodos de los obispos
(2014 y 2015) que trataron el tema del matrimonio y de la familia
cristiana.
El segundo tema, la Jornada Mundial de la Paz nos
permite una vez más rezar por ese don tan preciado que debería llegar ya
a todos los pueblos. Demasiados conflictos, guerras y muertes en
nuestro mundo. A diario aparecen ante nuestros ojos continuas
destrucciones de pueblos y ciudades y, lo que es peor, aniquilación de
vidas humanas. A pesar de todo no podemos permanecer insensibles a esta
dura realidad y estamos obligados también a denunciar esa injusta
situación. Es lo que hace el papa Francisco en el Mensaje que ha escrito
para esta Jornada, LA NO VIOLENCIA: UN ESTILO DE POLÍTICA PARA LA PAZ.
En el mismo se afirma que la violencia y la paz están en el origen de
dos maneras opuestas de construir la sociedad. De una conocemos sus
gravísimas consecuencias; si pensamos en la otra todo es positivo y
permite realizar un verdadero progreso integral para las personas y para
los pueblos. La no violencia es un método político fundado en la
primacía de la ley y puede constituir una vía realista y llena de
esperanza para superar los conflictos armados. En ese mismo sentido
muestra la valentía al denunciar con mucha claridad el tráfico ilícito
de armas que con frecuencia sostiene la mayor parte de los conflictos
del mundo. No ha de ser nunca subestimado el sector armamentístico y la
no violencia puede hacer mucho en el momento presente para combatir el
flagelo de la destrucción y de la guerra.
+Salvador Giménez, bisbe de Lleida.