Carta semanal del Obispo de Lleida

Queridos diocesanos: 
En nuestro calendario la fiesta de los Reyes Magos tiene una referencia clara hacia los infantes, quienes esperan recibir regalos de los mayores. Es una tradición muy popular, con fuertes resonancias familiares por lo qué significa de prestar atención generalizada, con obsequios y gestos, a los seres queridos. Hunde sus raíces en los textos del evangelio cuando narran la adoración que unos personajes, venidos de oriente, rinden a Jesús, recién nacido, y le regalan oro, incienso y mirra.
Aunque los adultos nos sentimos agradecidos ante las muestras de cariño de nuestros semejantes, sobre lo que podríamos escribir mucho, me parece que hoy toca hablar de los infantes, de su mundo interior, de su educación, de sus ámbitos de juego, de sus capacidades relacionales y de los lugares donde transcurre su vida. Como ven, demasiada pretensión para un comentario como éste. Por eso me quiero referir a los tres espacios donde el infante se desarrolla: la familia, la escuela y la parroquia. Soy consciente de que hay otros aspectos y lugares que influyen poderosamente en su crecimiento y que le pueden ayudar o perjudicar: la calle, los amigos, la televisión y el uso de internet o los aparatos telefónicos, las nuevas tecnologías. Pero los dejamos sólo enumerados y nos centramos en los tres anteriormente citados. 
En primer lugar, la familia. Es una institución reconocida desde siempre como una importante transmisora de valores básicos, que ayuda a favorecer y fortalecer emociones, actitudes y convicciones. También en el acompañamiento de la fe que profesan y celebran.
En segundo lugar, la parroquia. Es un espacio fundamental para el desarrollo de la fe cristiana que la familia se ha encargado de sembrar en sus corazones. La parroquia es una institución que colabora con los padres en la educación cristiana. En ella aprenden a celebrar, a orar, a dar testimonio de esa misma fe a los demás, y se incorporan como miembros de la familia a la Iglesia. En todas las parroquias existen espacios para hacer realidad esta acción educadora, indispensable para todos sus miembros y especialmente para infantes y jóvenes.
En tercer lugar, la escuela. Es una institución que contribuye de manera significativa al proceso de su socialización y comprensión de la civilización recibida de sus antepasados. Es la transmisora de todo  aquello que engloba la cultura, en su más amplio sentido. En ella encontrarán elementos que configuran una síntesis orgánica y explicitada entre su fe y los conocimientos científicos, artísticos y sociales aprendidos. 
Pido a Dios que a todos los niños y niñas les traigan ese regalo tan fundamental para sus vidas. Que tengan una estabilidad familiar para que el amor y la comprensión les ayude a crecer de modo equilibrado; que tengan un ambiente parroquial propicio para aprender a vivir su fe, sintiéndose acogidos, queridos y educados en las virtudes cristianas; que tengan una escuela respetuosa con todas las propuestas educativas, coherente en las actitudes personales,abierta a la colaboración de los padres y con docentes que antepongan el amor a sus alumnos a cualquier circunstancia profesional o social que legítimamente descubran. Esta  petición no quiere ser una nueva carta a los reyes magos cuyo contenido no se conseguirá cumplir. Desea que todos los niños, de cualquier país, cultura o ambiente socioeconómico, crezcan con adultos que hagan realidad esta imperiosa necesidad. 
Con mi bendición y afecto.
† Salvador Giménez Valls
Obispo de Lleida