Sea vienvenido el curso diocesano
Estimados diocesanos:
Como podéis suponer la bienvenida no la doy al
curso, considerado sólo como elemento configurador de un tiempo personal
i comunitario. Deseo una buena entrada a las personas que empiezan un
nuevo periodo de tiempo, un tiempo considerado como un regalo de Dios
para que lo transformemos en gratitud y en servicio a los semejantes. Me
refiero a todas las personas que se responsabilizan de las distintas
instituciones y hacen viables sus propuestas, con el fin de mejorar la
propia actividad. Al final de un determinado período es necesario
evaluar y revisar nuestra actitud. Al inicio, nos corresponde recordar
lo anterior para ofrecer un mejor servicio.
Todo ello lo concretamos también en nuestra
diócesis, en las parroquias, movimientos apostólicos, comunidades
religiosas y en las distintas instituciones o asociaciones que en estos
días abrirán sus puertas a este nuevo curso. Un nuevo curso que el Señor
nos concede para continuar haciendo el bien a la sociedad y para
exigirnos más en nuestra dedicación y entrega, en un trabajo constante
para la unidad y la comunión que tanto buscamos.
Y la diócesis no es sólo una estructura. Es la
composición de unas personas concretas y de unas comunidades,
interesadas en vivir con coherencia el mensaje de Jesús y anunciarlo con
alegría a todos los que nos rodean. Somos un conjunto de creyentes que
cuentan siempre, para su actuación diaria, con la presencia y la ayuda
del Espíritu Santo, gracias al cual podemos mantener el coraje y el gozo
ante un nuevo comienzo y evitar el desánimo ante los aparentes fracasos
pastorales que cosechamos.
En esta línea, deseo dar la bienvenida a todos los
diocesanos con tres palabras que resumen nuestra naturaleza y nuestra
actividad: gratitud, exigencia y esperanza. Están en la línea de la
última Exhortación Apostólica Alegraos y regocijaos, del papa Francisco
Gracias a todos los que nos regaláis vuestro
tiempo y vuestras aportaciones para que todas nuestras obras funcionen.
Es importante resaltar la generosidad de tantas personas que dan vida a
las instituciones.
La exigencia es un componente básico que nos pide
el Señor para caminar, para acompañar, para escuchar, para servir. Que
los cristianos no se muestren nunca satisfechos del todo con lo
realizado; que busquen profundizar más y mejor en las virtudes
evangélicas, para que el fruto que ofrecen sea mejor cada día y pueda
atraer a más gente a la realidad de nuestra Iglesia.
Que nunca perdáis la esperanza. Nosotros
reconocemos los puntos negros de nuestra realidad. Nuestra actitud no es
siempre la más adecuada. Pero miramos el futuro con confianza, nos
sabemos guiados por el espíritu de Jesús, que no permite el desaliento,
ni la parálisis o los enfrentamientos estériles.
Y estas tres palabras deben repercutir y sumar en
el deseo de todas las demás instituciones sociales, empeñadas en mejorar
y hacer más habitable nuestro mundo. Con seguridad, todas ellas inician
el curso tratando de ofrecer lo mejor de sí mismas. Los cristianos,
como lo hacemos de manera habitual, queremos insistir y profundizar en
la colaboración leal y entusiasta en todo aquello que dignifique al ser
humano ofreciendo lo mejor que tenemos, a Cristo crucificado y
resucitado.
Con mi bendición y afecto.
+ Salvador Giménez, obispo de Lleida.