Tiempo de vacaciones
Cuando llegan estos días mucha gente está
preparando sus días de vacaciones o soñando dónde ir para aprovechar el
tiempo en el que la empresa o el colegio dedican al descanso veraniego.
Pero, la verdad es que muchas personas de nuestro alrededor no tienen la
suerte del llamado comúnmente merecido descanso. Por estar en paro
laboral, o en una situación económica que apenas les permite llegar a
fin de mes. Otras viven en condiciones precarias porque acaban de llegar
emigrando de sus países.
No sabría poner porcentajes a los distintos
grupos de personas en las situaciones arriba descritas. Eso ya lo hacen
los sociólogos con las estadísticas, cuando describen y valoran
puntualmente la realidad social. Los cristianos tenemos otra mirada al
percatarnos de las desigualdades existentes, las injusticias o los
atentados contra la dignidad de las personas. Cuando uno solo de
nuestros hermanos sufre por alguno de estos motivos, nos preocupa, y nos
sale un punto de rebeldía. Se nos puede acusar de exagerados. Pero si
apelamos al evangelio, se nos muestra el sufrimiento como personal e
intransferible, y éste no tiene relación con mayorías o minorías. Si uno
sufre, sufrimos todos.
No queremos llegar a consideraciones tan
profundas en este tema de las vacaciones, pero es bueno hacer una
llamada de atención pensando en tantos que carecen de posibilidad
vacacional. Porque si nos fiamos sólo de las noticias periodísticas,
podemos concluir que todo el mundo dispone de recursos suficientes para
salir de casa y viajar.
La pretensión de este comentario semanal es
muy sencilla. Deseo contribuir a que todos podamos utilizar este tiempo
de forma provechosa y solidaria. Sobre todo pensando en las familias
cristianas, que no deben olvidar sus oraciones y prácticas religiosas.
Con un primer y elemental consejo: no os jactéis de no hacer nada, no os
alegréis sólo de estar tumbados al sol, con el aperitivo y la siesta,
no queráis visitar todos los rincones de la tierra. Es verdad que
necesitamos el descanso, pero es importante que éste sea productivo para
los demás y ayude a mejorar las relaciones humanas y, sobre todo,
familiares. No nos podemos permitir que las vacaciones se conviertan en
una pesada carga, en una discusión continua y en un deseo de que
concluyan cuanto antes. Eso no beneficia a nadie.
Ante ello, unas sencillas pautas:
tened paciencia en el trato con los demás, escuchad con más atención a
los que os rodean, no queráis imponer siempre vuestra opinión, valorad
las razones de vuestros semejantes, dedicad tiempo a las visitas y
relaciones con los demás de forma gratuita, sin intereses preconcebidos.
Acordaos de la gente mayor, de vuestros ancianos. Se llenan de alegría y
felicidad con vuestra presencia y vuestra conversación. Rezad con
ellos. Procurad seguir las acciones solidarias que lleváis durante el
curso. No hay vacaciones para las necesidades, son permanentes.
También me atrevo, además de todo lo
anterior, a hacer una llamada a los padres: que no os preocupe perder el
tiempo con vuestros hijos, hablad mucho con ellos, escuchad sus
opiniones, sus deseos y sus intereses; cuidad su tiempo libre con
lecturas, con imágenes o con juegos que les estimulen a hacer el bien, a
promover sentimientos positivos y a buscar la solidaridad. No hace
falta callarles resolviendo todos sus gustos. Razonad vuestras negativas
y que aprendan a recibir un no. El ámbito educativo no cesa nunca, no
tiene vacaciones y nos compromete siempre.
+Salvador Giménez, obispo de Lleida