Los regalos del día de Reyes
Con
la fiesta de los Reyes Magos termina el ciclo del ambiente popular
navideño. La celebración del nacimiento de Jesús y la adoración que unos
personajes extranjeros realizan ante el pesebre, ofreciendo unos
regalos al recién nacido, son el principio y el final de un tiempo donde
los más pequeños de nuestras familias centran nuestras miradas y
nuestras atenciones. Con las escuelas cerradas, los niños pasan su
tiempo en casa y con la familia. En algunos
momentos salen a la calle
con los amigos pero fundamentalmente son los padres, abuelos y resto de
parientes los encargados de acompañarles y de distraerles.
Al ver los rostros de los niños durante estos días
mirando los escaparates, participando de las fiestas o recibiendo los
regalos recordaba mi propia infancia y el crecimiento en sus diversas
dimensiones. Además hacía un rápido recorrido mental de gratitud hacia
todas las personas que me acompañaron y fueron responsables, en las
diversas etapas de la vida, de mi desarrollo personal. Los padres y los
familiares más cercanos, en primer lugar, pero de inmediato recuerdo y
agradezco los desvelos de catequistas, religiosas franciscanas, con las
primeras letras, maestros de las escuelas, monitores, en los campamentos
de verano, vecinos y padres de la pandilla de amigos, sacerdotes de la
parroquia, profesores y formadores del Seminario… y tantas personas que
me ayudaron a entrar en la edad adulta y a tomar las propias decisiones
para fortalecer la personalidad y para servir a los demás devolviendo
parte de lo que había recibido.
Es la cadena humana del tiempo: recibimos de unas
personas concretas y damos a personas distintas. Es el gran misterio del
regalo. Os sugiero hoy una pequeña reflexión sobre los niños. Los
vuestros y los de todos aquellos que os encontráis a lo largo de la vida
y a los que podéis influir con vuestras palabras y acciones. Tenemos
una gran responsabilidad sobre la educación que esta sociedad les ofrece
y garantiza. Se suele decir que un grupo social es examinado por el
trato que da a los niños y a los ancianos que, en definitiva, son los
más vulnerables y quienes más ayuda necesitan.
En primer lugar, reconocer por parte de todos,
empezando por la familia, la fundamental importancia de esta primera
etapa de la vida y su educación integral. Que los niños y niñas no se
sientan llenos por los objetos regalados sino por la atención y el
cariño, en todos los órdenes, que les proporcionáis. Es preferible
conservar y aumentar las muestras de afecto que complacer sus gustos con
juguetes y cosas, muchas veces inservibles. Trabajemos por la
permanencia de las virtudes en sus corazones ayudando a descubrir los
valores que conforman un mundo más justo y fraterno. En segundo lugar,
agradecer a tantas personas que colaboran en la educación infantil y
juvenil. Muchos de ellos gastan su vida en esta noble tarea
Se agotan en ese cometido recibiendo a cambio
gratificaciones simbólicas o compensaciones minúsculas. Es admirable la
dedicación de tantos profesionales y voluntarios a la educación. En
tercer lugar, constatar los puntos negros en el ámbito educativo, que
últimamente aparecen con mucha publicidad en los medios de comunicación y
que tanto dañan a niños y adultos.
Estamos obligados a situarnos en la lucha por
evitar acosos, desprecios, injusticias, discriminaciones y toda clase de
maldades. Contribuyamos a crear felicidad a nuestro alrededor y respeto
por la dignidad de todos; es una consecuencia clara de nuestra
condición de seguidores del Señor Jesús.
† Salvador Giménez Valls
Obispo de Lleida